sábado, 11 de enero de 2014

   De tu ligera planta
el curso, Fénix rara,
para, para;
mira que se adelanta,
en tan ligero ensayo,
a la nave, a la cierva, al ave, al rayo.

   ¿Por qué surcas ligera
el viento transparente?
Tente, tente,
consuélanos siquiera;
no nos lleves contigo
el consuelo, el amparo, el bien y abrigo.

   Todos los elementos
lamentan tu partida;
mida, mida
tu piedad sus lamentos:
oye el humilde ruego
a la tierra, a la mar, al aire, al fuego.

   Las criaturas sensibles
y las que vida ignoran,
lloran, lloran
con llantos indecibles,
invocando tu nombre
el peñasco, la planta, el bruto, el hombre.

   A llantos repetidos,
entre los troncos secos,
ecos, ecos
dan a nuestros gemidos,
por llorosa respuesta,
el monte, el llano, el bosque, la floresta.

   Si las lumbres atenta hacia
el suelo volvieras,
vieras, vieras,
qué triste se lamenta
con ansia lastimosa
el pájaro, el cristal, el pez, la rosa.

   Mas con ardor divino
ya rompiendo las nubes,
subes, subes,
y en solio cristalino
besan tus plantas bellas
el Cielo, el Sol, la Luna, las Estrellas.

   Ya espíritus dichosos
que el Olimpo componen,
ponen, ponen
a tus pies generosos,
con ardientes deseos,
coronas, cetros, palmas y trofeos.

   No olvides, pues, Gloriosa,
al que triste suspira;
mira, mira
que ofreciste piadosa
ser, de clemencia armada,
auxilio, amparo, Madre y Abogada.

Sor Juana Inés de la Cruz

domingo, 5 de enero de 2014

   En vano tu canto suena:
pues no advierte, en su desdicha,
que será el fin de tu dicha
el principio de tu pena.
El loco orgullo refrena,
de que tan ufano estás
sin advertir, cuando das
cuenta al aire de tus bienes,
que, si ahora dichas tienes,
presto celos llorarás.

   En lo dulce de tu canto,
el justo temor te avisa
que en un amante no hay risa
que no se alterne con llanto.
No te desvanezca tanto
el favor: que te hallarás
burlado y conocerás
cuánto es necio un confïado;
que, si hoy blasonas de amado,
presto celos llorarás.

   Advierte que el mismo estado
que al amante venturoso
lo constituye dichoso,
le amenaza desdichado,
pues le da tan alto grado
por derribarlo, no más;
y así tú, que ahora estás
en tal altura, no ignores
que, si hoy ostentas favores,
presto celos llorarás.

   La gloria más levantada,
que Amor a tu dicha ordena,
contémplala como ajena
y tenla como prestada.
No tu ambición, engañada,
piense que eterno serás
en las dichas; pues verás
que hay áspid entre las flores,
y que, si hoy cantas favores,
presto celos llorarás.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 28 de diciembre de 2013

   Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?.
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón
el más duro corazón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?

   Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa al albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.

   En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.

   Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.

   Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.

Sor Juana Inés de la Cruz

lunes, 23 de diciembre de 2013

   De ver que odio y amor te tengo, infiero
que ninguno estar puede en sumo grado,
pues no le puede el odio haber ganado
sin haberle perdido amor primero.

   Y si piensas que el alma que te quiso
ha de estar siempre a tu afición ligada,
de tu satisfacción vana te aviso:

   pues si el amor al odio ha dado entrada,
el que bajó de sumo a ser remiso,
de lo remiso pasará a ser nada.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 14 de diciembre de 2013

   Detente sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

   Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

   Mas blasonar no puedes satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

   que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 7 de diciembre de 2013

   Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

   Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

   Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

   Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 30 de noviembre de 2013

   En perseguirme, Mundo, ¿que interesas? 
¿En que te ofendo, cuando sólo intento 
poner bellezas en mi entendimiento 
y no mi entendimiento en las bellezas? 

   Yo no estimo tesoros ni riquezas; 
y así, siempre me causa mas contento 
poner riquezas en mi pensamiento 
que no mi pensamiento en las riquezas. 

   Y no estimo hermosura que, vencida, 
es despojo civil de las edades, 
ni riqueza me agrada fementida, 

   teniendo por mejor, en mis verdades, 
consumir vanidades de la vida 
que consumir la vida en vanidades.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 23 de noviembre de 2013

   Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

   Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

   Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

   Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

   Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

   ¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

   Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

   Opinión, ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

   Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

   ¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

   Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

   Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

   ¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

   ¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

   Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

   Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

   Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Sor Juana Inés de la Cruz